Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1871-1872 (Cortes de 1871 a 1872)
Sesión: 20 de abril de 1871
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Castelar
Número y páginas del Diario de Sesiones 12, 216 a 223
Tema: Acta de Balaguer

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Señores Diputados, siempre que oigo al Sr. Castelar recuerdo el cuadro de un desgraciado general, que era también pintor, mejor pintor que general, y que, habiendo tenido la desgracia de perder desastrosamente una batalla, se retiró a llorar su desventura colgando la espada y volviendo a coger sus pinceles, que, obedientes antes a la inspiración, se resistían después a llevar al lienzo nada que no fuera la batalla perdida. Decidióse al fin el general a pintar aquella catástrofe militar; pero escogía tal punto de vista, que aparecía en primer término uno de esos episodios, uno de esos accidentes que ocurren siempre en todas las batallas, en los cuales, aun cuando no sea más que durante breves instantes, aparece vencido el ejército vencedor. En segundo término veíase una nube, formada por el humo de la pólvora y por el polvo de la refriega, con magnífico colorido, con insípido pincel, e iluminada por el fuego de las armas de unos y otros combatientes; pero tan densa era la nube, que ocultaba por completo el fondo, en el cual debía aparecer la catástrofe lastimosa. De esta suerte consolábase el general sin ventura, al ver tan bellamente encubierta por el artista su desgracia; y hasta iba olvidándola del todo, al oír cotidianamente ponderar a sus amigos, no sólo el mérito del artista, sino también la pericia del general.

Pero llegó a ver la pintura un testigo presencial de aquel hecho de armas, actor importante en el ejército vencido, y volviéndose al artista le dijo: " Magnífico cuadro; veo el ejercito vencedor y el vencido; mas ¿dónde está el general que lo mandaba, huyendo solo, desabotonada la levita, descubierta la cabeza, la vaina sin espada?" El general contestó tristemente; " Está detrás de esa nube de polvo y de humo que aparece en segundo término." iAh, mi general! dijo el interpelante, entonces para ver con claridad el cuadro, volvámosle del otro lados, porque detrás de esa nube estaba yo.

Esto es lo que hace generalmente el Sr. Castelar: nos pinta cuadros admirables: pero también como el general pintor, coloca cuando más en segundo término nubes de brillantes palabras, de frases magnificas, de perlas oratorias, detrás de las cuáles suele quedar la verdad oculta, sin reparar que detrás de esas nubes estoy yo para descubrir al mundo lo que hay de cierto.

Es difícil seguir al Sr. Castelar en el discurso de hoy, y eso que yo tengo costumbre de debatir con su señoría. Voy a ver si puedo, para ordenar algo mi contestación [216] en tres puntos principales, todos los que S.S. ha expuesto en su discurso.

Me parece, si no estoy equivocado, y si he comprendido bien la idea del Sr. Castelar, que su discurso puede reducirse a tres puntos.:

Primero. Las elecciones que acaban de verificarse y que han dado por resultado estas Cortes, tienen un vicio de nulidad, y son de consiguiente nulas las Cortes nacidas de estas elecciones.

Segundo punto. Aun cuando en la esencia de las elecciones no existiera ese vicio de nulidad que hace nulas las Cortes producto de esas elecciones, estas serían nulas por el procedimiento ilegal y arbitrario que el Gobierno ha seguido en ellas.

Tercer punto. El Gobierno antes de las elecciones ha querido atentar contra la voluntad nacional, amenazándola con que no haría caso de lo que la misma voluntad nacional diera por resultado.

Este me parece que es en sencillas palabras expuesto, y en modesta forma trazado, el plan que el Sr. Castelar ha desarrollado en su discurso. Voy, pues, a ver si haciéndome cargo de estos tres puntos, en los cuales iré reuniendo todos los hechos notados por S. S., puedo dar vado a la tarea que me he impuesto al contestarle.

Que las elecciones tienen en sí un vicio de nulidad; y para esto el Sr. Castelar supone, primero, que el Gobierno ha intervenido en ellas para falsear el sufragio universal, y que no ha habido más que violencias, escándalos y horrores. Y por último, que se han trastornado los plazos que marca la ley electoral.

El Sr. Castelar partía, al fundar ese argumento, de la base de que, habiendo apresurado la terminación de las Cortes Constituyentes, el Gobierno se había visto en la necesidad de reunir las actuales a los tres meses, y que no había tiempo ni para la confección de las listas, ni para la repartición de las cedulas, ni para ninguno de los actos preparatorios que la ley establece.

El Sr. Castelar está en eso perfectamente equivocado. Antes de que las Cortes Constituyentes terminaran, ya a su debido tiempo, se dio un decreto, en el cual se mandaba formar las listas electorales dentro de los plazos que marca la ley; y si bien es verdad que estaba dispuesto antes de que las Cortes Constituyentes se disolvieran el ir poniendo en ejecución todas las leyes orgánicas del país, como la ley provisional y la municipal, para venir después a las elecciones de Diputados y Senadores, también es verdad que a consecuencia de haber terminado las Cortes Constituyentes en la época en que terminaron, por un deseo del Gobierno de ser, si puedo valerme de esta palabra, más constitucional que la Constitución, el Gobierno quiso, sin que la ley fundamental lo marque ni lo mande, que las Cortes que habían de suceder a las Constituyentes se reunieran a los tres meses.

El Sr. Castelar confunde lastimosamente los artículos de la Constitución en que se establece este plazo Constitucional. El Sr. Castelar, que habla tanto de falsear la Constitución, debía sin duda empezar por aprender la Constitución. El artículo constitucional establece que ha de haber sólo tres meses de interregno parlamentario, haciendo uso de la prerrogativa que por la misma Constitución tiene, disolviera la Cámara. En este caso, dice al Monarca que en el mismo decreto de disolución ha de publicarse la convocatoria de las nuevas Cortes para dentro de tres meses.

Pero nosotros no nos encontrábamos en ese caso. Las Cortes Constituyentes habían terminado espontáneamente sus tareas, y la ley fundamental no previene en este caso que las sucesoras Cortes hubieran de reunirse a los tres meses. Pero, a pesar de eso, el Gobierno quiso en esta parte ser tan escrupuloso que consideró el citado artículo como si fuera obligatorio terminantemente, y se apresuró a reunir las Cortes ordinarias a los tres meses de haber terminado las Cortes Constituyentes.

Pero el Sr. Castelar en su manía de atacar al Gobierno de traer al debate hechos completamente inexactos, ha supuesto que el Gobierno ha descendido a las elecciones, y que valiéndose de sus agentes, ha falseado el sufragio universal. S. S. no tiene razón. ninguna; ese cargo se viene haciendo aquí en cada una de las actas que se discuten, y en todas se demuestra que no hubo tal cosa. Pero es más: S. S. y los demás oradores que vienen tomando parte en los debates de actas, atacan al Gobierno porque dicen que ha tomado parte en las elecciones, y porque dicen que las ha falseado, y no tienen, sin embargo, nada que decir de los distritos en que han luchado con candidatos que no eran de oposición.

Yo preguntaría al Sr. Castelar, yo preguntaría a la mayor parte de los individuos que se sientan a su lado, qué tropelías, qué violencias, qué coacciones se han cometido con Diputados que se sientan enfrente o con ninguno de los Diputados de ningún otro lado de la Cámara. Esas no son más que generalidades; porque después, si se pregunta a cada Diputado qué ilegalidades se han cometido respecto de su persona, tiene que contestar: conmigo ninguna. El Gobierno ha llevado su escrúpulo hasta el punto de que, a pesar de lo que ha dicho su señoría, no ha tenido ni candidatos oficiales, ni candidatos ministeriales; no ha tenido, repito, ni candidatos oficiales, ni candidatos ministeriales, o llámense como se quiera; y los distritos en que el Gobierno ha visto un candidato, siquiera supiese que iba a hacer la oposición al Ministerio, como estuviese dentro de la situación actual, y viera que en aquel distrito tenía influencias legítimas y aspiraciones naturales, no le ha puesto ningún embarazo, y ha aconsejado a sus amigos que se abstengan de luchar para evitar las agitaciones consiguientes.

Pero dice S.S. que aun cuando las elecciones no [217] tuvieran, por no haberse cumplido con los preliminares de la ley, el vicio de nulidad, sí lo tendrían por los procedimientos empleados por el Gobierno; y con ese motivo nos ha hablado de coacciones, de arbitrariedades, de atropellos, de escándalos, de horrores, y hasta de sangre. Es verdad, Sres Diputados, ha habido coacciones, violencias, horrores, ha habido sangre; pero las violencias, pero los atropellos, pero los escándalos, pero los horrores, pero la sangre, todo ha sido causado por los amigos de S.S. y lo voy a demostrar.

Repito que ha sido causado por los amigos de S. S., unidos a sus enemigos de siempre, a sus enemigos de ayer, a sus enemigos de hoy, a nuestros enemigos sempiternos, a los enemigos de la libertad, a los enemigos de toda idea de progreso en este país, a los carlistas. Sí; confundidos en amable armonía el gorro frigio y la boina, el nivel social y el hisopo, la tabla de derechos y la caldera de los exorcismos, y llevando debajo de un brazo la autonomía individual y debajo del otro el devocionario, habéis hecho una coalición que, ciega con el vapor de los clubs y mareada con el incienso de las sacristías, ha violado la ley y ha mancillado la religión; y de ahí han venido esos atropellos, esas violencias, esos escándalos, esos horrores y esa sangre.

Ahora van a ver los Sres. Diputados todos los incidentes ocurridos en las elecciones, y van a ver a quienes son debidos esos incidentes; con lo cual voy a contestar también al Sr. Orense, que se lamentaba y decía;" Hasta hace poco tiempo no ha habido en las elecciones esos desórdenes, esas violencias, esos escándalos y esas muertes." Pues ahora verá el Sr. Orense que no había antes esos escándalos, esas violencias, esos horrores ni esa sangre, porque los carlistas estaban metidos en sus casas y no conocíamos a los republicanos.

Señores, voy a hacer una relación que todos los señores Diputados conocen, porque ha pasado en sus distritos.

" La Bastida (Álava 8 de marzo).- Los carlistas apedrearon a una patrulla, dieron vivas a Carlos VI..."

El Sr. VICEPRESIDENTE (Fernández de la Hoz): Orden, ningún Diputado puede usar de la palabra sin pedirla.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Y dispararon algunos tiros a los voluntarios. El 9, tumultos en los colegios, ocasionados por los mismos. Grupos numerosos de estos en ademán hostil, que fueron disueltos.

Allí, seguramente, no serían los liberales los que produjeran estos tumultos, porque, desgraciadamente para aquel pueblo, hay en él pocos liberales.

" Orihuela (Alicante día 7).-Los carlistas han asesinado a José Colón Oltra en la tienda de José Francisco Sampere (carlista) y herido A Simón Aparicio, ambos liberales."

Los tribunales entienden en el asunto: ahí vemos por un lado a los carlistas, y por otro a los republicanos federales.

" Santa Fás (en la misma provincia).-Un progresista asesinado por el alcalde pedáneo, que es republicano federal."

 Está huido; los tribunales entienden en el asunto,

Valencia del Ventoso (Badajoz).-Alterado el orden por los republicanos. El alcalde, que es de oposición, suspendió la elección, pero se le ordenó que continuase.

Medina (Cádiz 8).-Un grupo de republicanos arrebató la urna haciendo uso de las armas; fue repelido por la Guardia civil, carabineros y paisanos, resultando un carabinero y un guardia civil heridos.

Supongo que no creerá nadie que a la Guardia civil y a los carabineros les van a herir y a hacer disparos los adictos a la situación.

Prado del Rey (Cádiz).-Alterado el orden por los republicanos, resultando dos agentes municipales y dos republicanos muertos. No se sabe si hubo heridos, aun cuando parece probable.

Ubrique (Cádiz 11).-Fue asesinado el alcalde por un grupo de republicanos.

Carral (Coruña 8).-Suspendida la elección de la mesa por obstrucción del paso en la escalera a, los electores.

Padrón (Coruña 9).-Promovido desorden a consecuencia de auto de prisión contra el cura por abusos electorales. Los grupos fueron disueltos. Muchos impedían votar a los electores. El juez instruye diligencias.

Cascante (Navarra 8).-Alterado el orden con motivo de haber sido heridos algunos Voluntarios durante la constitución de las mesas.

Villanueva de Arosa (Pontevedra 9).-Al dar principio al escrutinio para la mesa, la oposición, derrotada, alteró el orden de una manera que hubo de suspenderse la operación, sellando la urna para continuarla al día siguiente.

Burgo de Osma (Soria 8). -En la madrugada agitación carlista con disparos. Pasquines excitando a ir a votar armados, y caso de ser vencidos, arrollarlo todo.

Ucero (Soria 8).-Desorden por los carlistas. El alcalde reclama fuerzas.

Soria 11.-Alterado el orden por carlistas y republicanos. Sofocada rebelión por la poca fuerza del ejercito que allí había y por los Voluntarios, resultando heridos un guardia civil, dos soldados y un voluntario.

Salamanca 8. -En uno de los colegios alterado el orden por los carlistas: hay algunos heridos. El juzgado entiende en el asunto.

Calanda (Teruel 9).-Pasquines subversivos. Alterado el orden por los carlistas, con tiros y vivas a Carlos VII. Al alcalde le dispararon un trabucazo y diferentes

tiros, atravesándomela capa. Constituido el juzgado. Hay ya 17 presos.

Ruzafa (Valencia.)-Fue hallado el cadáver de José Salcedo. No se conoce el autor a autores del crimen ni la causa que lo motivó.

Benavente (Zamora 16).-Estando dando música al Diputado Bobillo, grupos numerosos atropellaron a los músicos, dando mueras aquel y vivas al Marqués de los Salados. Al tratar de disolver los grupos, y en el acto de estar publicando el bando de orden público, hicieron fuego a la autoridad y Guardia civil, la que contestó de la misma manera, resultando dos niñas muertas por bala redonda disparada por los revoltosos.

Gracias a esto, gracias a que la Guardia civil usa balas especiales, no han atribuido S. SS. esas lamentabilísimas desgracias a la Guardia civil, cuyas balas no se han visto por ninguna parte; no se han encontrado más que dos balas redondas, que han atravesado el cuerpo a esas niñas, a esas dos infelices criaturas.

Vallaren del Campo (Zamora).-Alterado el orden. El alcalde, contrario a lo existente, no dio parte, por lo [218] que ha sido multado. Ha habido heridos. El hecho pasó del modo siguiente: varios electores del partido moderado se reunieron, formaron lo que se ha dado en llamar Partida de la Porra, y en efecto aporrearon de veras a unos cuantos electores liberales que encontraron por la noche.

Se reunieron, se armaron de porras, y ya que tanto se habla aquí de la Partida de Porras, ni sé yo cómo se les ha de llamar a estos; fueron por las calles de ese pueblo apaleando a los que encontraban, resultando varios heridos, todos liberales.

 Caravaca (Murcia):-Fue muerto D. Juan Bolt (moderado); pero no consta ni se dice la causa que la motivó.

Este señor, cuya muerte ha sido para mí un doble sentimiento por hallarse enlazado muy próximamente a una familia a la cual me unen de antiguo estrechas relaciones, fue muerto después de la elección, no sé si al día siguiente: por la noche al retirarse a su casa, recibió un balazo a la vuelta de una esquina. No se sabe si este hecho lamentable es debido a la cuestión electoral o a otra cosa; de todos modos, la persona que ha sido víctima de este atentado, era una persona dignísima, y no es de esperar que sea una venganza, porque él particularmente no podía tener enemigos, porque su conducta era excelente; pero yo he de decir todo lo que ha ocurrido.

" Egea (Zaragoza) . -Los dos hermanos Canaluche fueron asesinados entre Lurcia y Uncastillo. Uno de ellos era jefe del partido republicano del distrito. Sus muertes se atribuyen A los ansotanos, que han querido vengar a un paisano asesinado hace tiempo por un motivo ajeno a la política."

De este hecho hizo mención también aquí el señor Orense; pero yo debo decir a S. S. que por todas las noticias que el Gobierno tiene, este lamentable doble asesinato no tenía nada que ver con la política. Se cree que este asesinato, y esto es público y por eso lo digo, porque yo no conozco los procedimientos judiciales, es debido a los ansotanos en venganza de la muerte que recibió uno de ellos por haber comprado de bienes nacionales un monte que había cerca de este pueblo, y al ir a tomar posesión fue asesinado. Pues los antosanos que han asesinado a estos dos han aguardado a poderlo hacer en el mismo sitio que fue muerto el otro. No hay nada que haga constar que estas dos desgracias sean debidas ni a la cuestión política, ni a la cuestión electoral.

 Pues bien, señores; de todas las violencias, de todos los atropellos, de todos los horrores y de toda la sangre de que aquí se hace mención, fuera de algunos casos que no he averiguado si tienen o no carácter político, todos los demás han sido producidos o por los republicanos o por los carlistas.

Por eso el Sr. Castelar se quejaba de que el Gobierno descendiera a las elecciones. El Gobierno no ha descendido a las elecciones más que para evitar esos atropellos que desgraciadamente no ha podido impedir en todas partes; para eso es para lo que se manda la fuerza que S. S. ha criticado aquí tanto al distrito de Balaguer; allí se temían iguales atropellos, y ya sabe el Sr. Castelar que los republicanos de Balaguer no son muy pacíficos; pues han dado pruebas de lo contrario en muchas ocasiones. Ahora bien el alcalde de aquella población acudió una y otra vez al gobernador diciéndole que no respondía del orden público, y que las elecciones no podrían tener lugar si no se mandaba la fuerza necesaria para sostener el orden contra los perturbadores.

Así fue la fuerza pública a Balaguer; y todo eso de que los soldados ponían las bayonetas al pecho de los electores, todo eso es una vulgaridad que por lo ridícula

no es creíble y que por lo increíble no puede afectar al ejército español. ¿Cómo se comprende, señores, que ni los jefes ni los soldados armen bayonetas en cuestiones electorales y vayan a ponerlas al pecho de los electores para que voten en éste o en el otro sentido? Yo tengo la seguridad de que eso no lo creerá nadie, de que todos lo considerarán como una verdadera patraña.

 Acaso han luchado una forma de gobierno contra otra en las urnas electorales? No; eso sería lo normal, lo ordinario, lo que acaece en los pases donde hay verdadero patriotismo. (Una voz en los bancos de la izquierda: Y verdadera libertad.) Si, y verdadera libertad; pero aquí no ha sucedido eso; si eso hubiera sucedido y los partidos se hubieran disputado el poder dentro de la legalidad existente; si la lucha hubiera existido entre el Ministerio y los partidos que le pueden ser hostiles dentro de la legalidad, ¿qué es lo que hubiera sucedido? Hubiera sido necesario pedir que se eligieran algunos candidatos de oposición, porque sino, hubiéramos tenido unas Cámaras unánimes, ¿Ha sido la [219] lucha normal, regular y natural, como en los demás países tiene lugar, la que aquí ha ocurrido? No: el Gobierno ha tenido enfrente, la situación ha tenido enfrente a los carlistas, a los republicanos, a los moderados, a los descontentos, a los despechados, y todo esto ayudado por el confesionario, por el púlpito, por la denegación de la sepultura, hasta por la denegación del agua bautismal.

Señores: no se comprende una oposición semejante, una coalición más monstruosa, una situación más difícil para ningun Gobierno, para ninguna situación en ningun país del mundo.

Y ante estos elementos, señores, ante esta inmoralidad política (Rumores), si, ante esta inmoralidad política, yo lo demostraré, ¿qué ha hecho el Gobierno? No ha hecho nada que no esté dentro de la ley, absolutamente nada; todo lo que ha pasado habrá sido cuestión de los electores de uno y otro bando, naturalmente apasionados y excitados por esa coalición monstruosa, por esa inmoralidad política. Al ver los liberales a los republicanos y a los carlistas unidos, allí donde unos u otros tenían alguna fuerza; al ver la insolencia de los partidos extremos, ¿qué habían de hacer? Lo que han hecho ha sido defenderse, y mi mayor preocupación, la preocupación del Gobierno al empezar las elecciones, no era seguramente el resultado de las elecciones mismas: y ¿sabéis cuál era? El orden público, que lo creía muy en peligro ante esa coalición que debía producir la exasperación de todos los hombres liberales de este país.

Sí: el Gobierno no ha hecho las elecciones, no se ha preocupado de las elecciones más que para atender a la cuestión de orden público; porque su deber era defender el derecho de todos, amigos y adversarios, a pesar de que hubiera tenido disculpa si ante una coalición semejante hubiera adoptado medidas extraordinarias.

Pero dice el Sr. Castelar: ¿qué extraño es que se cometan ilegalidades (que no se determinan, que no se fijan) si el Ministro de la Gobernación que dirige las elecciones (el Ministro no hace las elecciones, no las dirige ), como otros nacen sin olfato, sin oído o sin gusto, ha nacido sin conocimiento de la ley, o no tiene idea de la ley? Me parece que esto ha dicho S. S.

El Sr. Castelar se ha equivocado; no es eso lo que ha debido decir S. S.; lo que ha debido decir S. S. es que el Ministro de la Gobernación no tiene de la ley la idea que tiene S. S., porque aquí hay que explicar bien esto de idea de la ley.

Aquí hay unos que creen que la ley es para proteger a los de arriba contra los de abajo, y estos son los carlistas. Hay otros, y estos son S. S. y sus amigos, que creen que las leyes se hacen para proteger a los de abajo contra los de arriba, y por eso resulta que cuando una autoridad falta a la ley, dicen S. SS. que es una autoridad indigna y falsificadora, y que debe ir a presidio; pero cuando faltan los amigos de S. SS. se dice: esto es natural; son inconvenientes de la libertad. ¿Y por qué? Por la idea que tienen S. SS. de la ley. S. S. cree que la ley se ha hecho para proteger a los de abajo contra los de arriba, y no estoy ni con S.S. ni con los que opinan de la otra manera que he dicho. Yo creo que la ley se ha hecho para proteger a los de abajo y a los de arriba y para que todos la cumplan igualmente. Así es que como yo no entiendo la ley como S. S., cree S. S que yo no tengo idea de la ley. El que no tiene idea de la ley es S.S.

Pero en medio de todo, Sres. Diputados, hemos con seguido una gran cosa esta tarde. El Sr. Castelar, que en sus arrebatos de expansión muchas veces deja escapar, sin querer sin duda, lo que tiene en el fondo de su alma, nos ha declarado de una manera terminante, que la república no puede establecerse ni ahora ni en ningún tiempo, porque decía S. S.: " Este Gobierno tiene la culpa, por no dejar que se practiquen los derechos individuales, de que todavía no tenga el pueblo la madurez y la prudencia que se necesitan para establecer la forma republicana." A confesión de parte, relevación de prueba. Hace tiempo que lo sabía yo; pero necesitaba que lo dijera S. S. y que de ello estuviera convencido por ver si varía de conducta. Que las elecciones para ser verdaderas han de ser dirigidas por los partidos y no por el Gobierno. Pues esto es lo que ha ocurrido en estos elecciones, por más que S. SS. digan lo contrario.

Casi todos los candidatos, iqué digo casi! todos los candidatos han sido designados y proclamados por sus partidos en sus distritos en juntas generales. Los comités han combatido, las juntas generales en los distritos han hecho la designación y la proclamación, y los candidatos proclamados han sido presentados sin que el Gobierno haya tenido nada que ver, nada que intervenir en esos comités, en esas juntas, ni en la designación de los candidatos, ni en los nombres, ni en nada; y en ese concepto he dicho yo que no ha habido aquí candidatos oficiales, candidatos ministeriales o candidatos adictos a la situación, sin que los hayan mandado los distritos de motu propio por su designación y proclamación.

Pero es particular lo que pasa aquí, Sres. Diputados. aquí no hay Diputados legítimos, no hay Diputados verdaderos más que los republicanos y los carlistas. Vosotros, los monárquico-liberales, habéis venido por atropellos, por arbitrariedades, por violencias; no tenéis influencia ninguna, vuestras simpatías son nulas, sois unos Diputados que no deberíais estar aquí.

Me había propuesto dividir el discurso del Sr. Castelar en tres partes, pero no me es posible hacerlo porque me encuentro con cosas quo no sé qué colocación darles.

El Sr. Castelar nos ha hablado de las Provincias Vascongadas diciendo que habíamos atropellado sus fueros, que habíamos disuelto la Diputación foral, y con este motivo nos ha hablado de la envidiable situación de aquellas provincias, con una libertad que admira y con un bienestar que debemos imitar.

En primer lugar, Sr. Castelar, debía S. S. saber que aquella Diputación foral de Vizcaya se disolvió con arreglo a fuero, y en segundo lugar, sepa S. S. que el gobernador, tratándose de un caso grave, de un caso urgente, de un caso de aquella naturaleza, en que se suponía que la Diputación foral era la que estaba al frente de la conspiración y de la rebelión que en aquellas provincias tenía lugar, y queriendo rodearse de todas las inteligencias, queriendo buscar el mejor acierto en el asunto, convocó a su despacho a todas las personas liberales de Bilbao. Allí fueron los correligionarios de S. S., y allí es un poco más difícil ser republicano que serlo donde lo es S. S. Pero como digo, los correligionarios de S. S. y todos unánimemente, aconsejaron al gobernador que el orden público, que la tranquilidad pública exigía la destitución de aquella Diputación foral; destitución que por otra parte estaba dentro de fuero. Y a consecuencia de haber llevado a cabo ese acta el gobernador de aquella provincia, al día siguiente tuvo lugar un meeting en el teatro, al cual asistieron todos los correligionarios. de S. S. ¿Sabe S. S. para qué fueron? [220] Pues para felicitar al gobernador por aquella medida salvadora. Póngase S.S. de acuerdo con aquellos correligionarios suyos. (Aplausos.)

El Sr. Castelar, queriendo aglomerar cargos sobre cargos, que no son más que ilusiones que se irán desvaneciendo como el humo, y para hacer efecto, tratándose de una batalla electoral, nos hacía aquí, como gran oficial de estado mayor, una descripción del campo de la batalla. Llamaba S. S. a esto geografía electoral, y en ello, como en la mayor parte de las cosas, no ha sabido S. S., permítame que se lo diga, y se lo digo con todo dolor de mi corazón, no ha sabido S. S. lo que se ha dicho.

Primer error de S. S. suponía que esa geografía la había hecho yo. No he visto la geografía electoral más que en la Gaceta. Segundo error. Suponía que la geografía electoral se había hecho para favorecer al partido monárquico contra el republicano, y para eso nos citaba S. S. un hecho, la geografía electoral de Granada. Pues sepa S. S. que en esa geografía han tenido más influencia que nadie los republicanos, los cuales influyeron en la comisión, como conocedores de aquella capital, para que la geografía electoral de Granada, como S. S. la llama, se hiciera de la manera que ha quedado.

Otros hechos ha citado S. S., y ojalá hubiera citado muchos, porque todos serían por el mismo estilo. Decía S. S.: " ¡Qué escándalo, señores! En Alicante hay partido republicano, y en Villajoyosa hay también partido republicano. Dista esta población media legua de Alicante, y en cambio hay otra cabeza de distrito que dista cuatro leguas. Pues Isabel los Sres. Diputados, añadía S. S., que se ha hecho para quitar fuerzas a Alicante? Mandar los republicanos de Villajoyosa al otro distrito, separándolos de Alicante, de cuya población, como he dicho, no dista Villajoyosa más que media legua."

Cuando S. S. aprenda geografía sabrá que Villajoyosa dista siete leguas de Alicante; y que además Villajoyosa es cabeza de distrito electoral. Esto, como ven los Sres. Diputados, lo toco de paso; porque hay ciertas cosas que no quiero tocar mas que de paso con S. S. Esto me parece lo mismo que aquello de los estanqueros, de los 40 estanqueros que suben y bajan, y lo mismo que lo de mi inteligencia con el Sr. Alarcón, suponiendo que yo me entendía por telégrafo con ese señor para saber su opinión. Pues si el Sr. Alarcón estaba continuamente en mi despacho, si somos amigos particulares y conozco sus opiniones, ¿a qué se las había de preguntar por telégrafo? ¿No comprende S. S. que es tanto que pudiendo hablar todos los días con el Sr. Alarcón, aguardará a que se marchase a Granada para preguntárselo por telégrafo? Por consiguiente, no ha habido esos telegramas, ni esos estanqueros que suben y bajan, más que en la imaginación calenturienta de S. S.

Pero después de todo, tengo yo algo que ver con los estanqueros? Nada, absolutamente nada. Nos ha hablado S. S. de lo que ha pasado en Elda. Nada tiene que ver con esos sucesos el Gobierno. Los tribunales son los que están llamados a hacer justicia en lo que sea necesario, y el Gobierno para nada tiene que intervenir en las actuaciones de los tribunales.

Nos ha hablado también S. S. de la prisión del señor Cala y la de otros señores, dando a entender que se les prendía porque eran candidatos. Pues sepa el señor Castelar que el Gobierno es tan respetuoso en lo que se refiere a la misión de los tribunales, que nada tiene que ver con eso, ni nada ha hecho ni nada hará. Si esos señores han sido presos, lo habrán sido por delitos comunes, para los cuales el Código penal señala la pena correspondiente. El Gobierno, por lo demás, no sabe lo que hacen los tribunales, no sabe cuándo prenden cuándo sueltan, ni le importa saber por qué prenden ni por qué sueltan. Hasta tal punto lleva su respeto a la independencia de los tribunales; y extraño, en verdad, que se pretenda hacer cargos al Gobierno porque no quiere ni se propone de ninguna manera influir en ellos, sino dejar, por el contrario, libre la misión de la justicia.

Pero ya se sabe cuál sería vuestra justicia. ¿Es para bien vuestro? Pues el Gobierno hace muy bien. ¿Es para vuestro mal? Pues entonces deben ser castigados los delincuentes, pues entonces el Gobierno no hace nada, pues entonces el Gobierno no cumple con su deber. Es decir, que vosotros juzgáis a los tribunales bien o mal, según os acomoda, y eso no lo hace el Gobierno, siendo como es respetuoso con las leyes establecidas.

El Sr. Castelar, en sus exageraciones, en sus inexactitudes, en los hechos que trataba, y que eran impropios, permítame S. S. que lo diga, de su oratoria, porque la verdad es que la manera de presentar los hechos que hoy ha tenido es más propia de la oratoria del Sr. Orense que de la suya; en su deseo de hacer cargos al Gobierno, ha supuesto que aquí no había libertad de imprenta, que aquí no había derechos individuales, que había un rigor tal contra la prensa y que había yo dejado muy atrás a González Brabo en este punto. No quiero defenderme de este cargo, no quiero defenderme de lo que decía S. S. respecto de que había yo dejado muy atrás a González Brabo; ni aún tampoco quiero defenderme respecto del que me ha hecho diciendo que no hay libertad de imprenta. Basta con hacer notar esta afirmación de S. S.

Su señoría se lamenta de que hay presos muchos escritores públicos. Pues en mi opinión debería haber muchos más. Yo tengo el valor de mis convicciones, y debo decir que todavía los tribunales, en el aprendizaje político que tienen que hacer de las nuevas instituciones, no tienen toda la energía que debían tener para que las leyes fueran una verdad, para castigar todo lo que merece castigarse. (Aplausos.) Yo veo, con harto sentimiento mío, artículos que no debían publicarse, y que si se publicaran debían ser castigados. Pero, repito, señores, que es tal nuestro respeto a la ley y nuestro respeto a los tribunales, que lo veo con mucho sentimiento, no lo puedo remediar y no lo remedio. Pero dicen los señores de enfrente: si queréis la verdad de la Constitución, ¿por qué no establecéis el Jurado?

Las Cortes Constituyentes no han podido hacer todo lo que tenían que hacer: al Gobierno no le era posible hacerlo; ahora están reunidas estas Cortes, y ellas podrán hacer lo que quieran respecto de este punto, estableciéndole cuando lo tengan por conveniente. S. S. ha hablado de dos hechos que a mí se refieren y ha estado en ellos tan desgraciado como en los demás. Uno de ellos es que ofrecí a Doña Isabel II sembrar el camino de flores cuando volviera a Madrid si entregaba el poder al partido progresista.

Su señoría esta completamente equivocado. Yo no ofrecí nunca nada a aquella señora, ni la debí nunca nada, ni la pedí nada, ni tampoco la he insultado, ni la insultaré jamás. Yo no he tenido nunca nada que ver con aquella señora, y la respete mientras fue Jefe del Estado; la respeté como debía, y no la ofrecí ni la pedí [221] ni la dirigí actos de adhesión como el Sr. Figueras, ya que S.S. me ha obligado a decirlo.

El Sr. FIGUERAS: Pido la palabra para una alusión personal.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): El Sr. Figueras podrá haber hecho lo que haya tenido por conveniente; pero yo no dirigí a aquella señora ninguna adhesión.

Además, mal podía yo pedir el poder para los progresistas, porque desde hacía mucho tiempo tenía la convicción íntima de que los partidos liberales eran incompatibles con aquella dinastía.

Otro hecho citado por S. S. es el de que estando en Londres en vísperas de la revolución, decía S. S. que no me vio porque no quería la coalición. También en esto está equivocado S. S.; si no me vio S. S. es porque su señoría no creía ya en la revolución (Varios Sres. Diputados: Eso es, eso es), y yo por eso no ataco a S. S. Sus señorías son ahora muy liberales; ¡es tan fácil serlo ahora! Ahora es muy fácil ser liberales; ahora es muy fácil atacar a ciertas familias y mucho más al amparo de la inviolabilidad del Diputado: ahora es muy fácil decir que eran hambrientos algunos Príncipes, entre los cuales la historia cuenta al vencedor de la primera gran batalla del mundo, de la batalla de San Quintín, Filiberto de Saboya. No era tan fácil sufrir con resignación una y otra catástrofe, uno y otro revés, sin que se quebrantasen el valor y la fe en el gran principio de la libertad de la Patria. (El Sr. Esteban Collantes: Sr. Presidente, pido la palabra para consumir el segundo turno en contra). Entonces era cuando se necesitaban el valor la consecuencia, la sangre fría, el general no importa: tras un revés, otro revés, y sin embargo, siempre firmes en la brecha. Pues bien, S. S. no me vio en Londres, ni en París, porque S. S. creía que la revolución era imposible en este país y porque creía imposible!

 Pero ha dicho el Sr. Castelar:" Tal ha sido el deseo del Gobierno de falsear las elecciones, que desde antes de que se verificasen tenía el proyecto de conspirar contra la voluntad nacional: y en su circular electoral y en su manifiesto electoral arrojó al país la amenaza (la amenaza facciosa, según ha dicho S. S.) de que no respetaría la soberanía nacional si el resultado de las elecciones le era contrario." Pues hasta en eso ha estado desgraciado S. S.; porque el que S. S. ignore los hechos que no tiene a la vista, el que S. S. no sepa los sucesos que ocurren a alguna distancia, y sin embargo, los tenga por ciertos, puede pasar; pero el que S. S. nos hable aquí de documentos oficiales, que el Gobierno ha publicado y que S. S. tenía obligación de leer antes de venir a decir lo que no son, es lo mismo que aquel general que se cuidó mucho del cuadro como artista, pero que le importó poco como general.

No ha dicho eso el Gobierno. Lo que dice el Gobierno en su manifiesto es que se colocará a la altura de su deber y no estará dispuesto a entregar el poder a la anarquía o a dejar el poder en manos de la anarquía. ¿Acaso S. S. es la anarquía? ¿Acaso la anarquía es la voluntad nacional, tal y como la entiende el Sr. Castelar? Pues entonces no sé a qué han venido esos magníficos períodos que S. S. ha trazado para condenar al Gobierno, porque el Gobierno, cumpliendo con su deber, dijo que en ningun caso dejaría entregado el poder a la anarquía.

Pero es que yo voy mas allá que S. S. ¿Sabe S. S. lo que quería decir el Gobierno con la palabra anarquía?

Pues se la voy a decir a S. S. Lo que entiende el Gobierno por anarquía es el triunfo de la coalición. Y ¿sabéis por qué? Porque el triunfo de la coalición sería: primero la guerra civil, después la anarquía y el triunfo de la demagogia.

Señores, el poder se entrega a los partidos políticos que representan aspiraciones determinadas, que ofrecen sistemas conocidos, que cuentan con medios de gobierno; pero no puede ni debe entregarse el poder a coaliciones de sistemas contradictorias, de aspiraciones opuestas, de partidos que se aborrecen, y de hombres que se detestan.

¡La coalición! Pues ¿qué significa la coalición? En el orden político significa la republica dando la mano al absolutismo: en el orden social lo que pretende disolver la sociedad, ahogando al individuo; en nombre de la sociedad y sacrificando la sociedad en nombre de los derechos del individuo: y en el orden religiosa, en el orden católico, lo que pretende abrazar al buen creyente, al que profesa la religión católica y rinde culto a Dios, con el que hace alarde de blasfemo. Y en el todo, la coalición ¿qué es? Es una aberración; es un absurdo, es el caos, es la guerra civil, es la anarquía, es la demagogia, es la única desgracia que hoy amenaza a esta desventurada Nación.

El Sr. PRESIDENTE: Señor Ministro, van a pasar las horas de Reglamento: si S. S. tiene todavía que continuar por algún tiempo, habrá que suspender la sesión.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Señor Presidente, a mí no me gusta trasnochar las cosas, y si el Congreso me lo permite, concluiré enseguida.

El Sr. PRESIDENTE: Continúe V. S., Sr. Ministro.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Señores, pretende por ventura el Sr. Castelar que en ningun caso puede entregarse el poder a la coalición, que más que coalición de partidos es una suma de odios, una amalgama de despechos, cuyo triunfo sería primero la guerra civil que asolaría nuestro país, luego la anarquía y después los horrores de París?

¡Ah, Sres. Diputados! Si ciertas cosas pudieran ponerse a prueba, si no estuviera por medio la suerte de la Patria, si no temiera grandes desgracias para el país, yo haría todo lo posible para que lograrais vuestro triunfo: yo, si pudiera, os regalaría la victoria, yo os entregaría el poder, en la seguridad de que el triunfo en vuestras manos, de que la victoria en vuestras manos, de que el poder en vuestros manos, sería el mayor castigo que podríais sufrir, sería para vosotros un grande, un inmenso castigo, pero no tan grande ni tan inmenso como vuestra insensatez. (Varios Sres. Diputados de la izquierda: No, no). ¿No?

¿Pues que esperáis? Ya tenéis el poder; ya habéis triunfado, ya habéis alcanzado la victoria; ¿qué hacéis luego? ¿Lo repartís, lo despedazáis como tratáis de despedazar la Nación española para entregar cada pedazo a cada una de las fracciones de esa monstruosa coalición? O si lo queréis conservar íntegro ¿a cuál fracción se lo entregáis? ¿Lo guardáis en vuestras manos? ¡Ah! Tomadlo, yo os lo daría si no fuera por los males de la Patria: ya lo tenéis en vuestras manos con peligro de que no os respeten y os lo arrebaten los demagogos de España, como a vuestros correligionarios de Francia se lo han arrebatado los demagogos de París, anegando a aquella ciudad en lagrimas de desolación y vergüenza.

En este caso, si os quedáis con él, ¿qué hacen vuestros [222] amigos, vuestros coaligados, los carlistas y los moderados? ¿Lo entregáis a los carlistas? ¿Queréis entregarlo a los carlistas? Pues dádselo al Sr. Nocedal, carlista neófito, que al fin jefe es de la fracción parlamentaria carlista; entregádselo con el riesgo de que no le respeten otros carlistas más neófitos que él, que parece han empezado ya a entrar en su nuevo partido, y con el riesgo de que a unos ya otros no les respeten, y con razón, los carlistas viejos. Pero en este caso vosotros, liberales, ¿os conformaréis con la victoria, con el triunfo de los carlistas? ¿Cómo salir de esta dificultad? Quizá encontréis el medio; es posible que lo tengáis dispuesto, y a fuer de generosos y no queriendo los republicanos que tengan el poder los carlistas, ni los carlistas que lo tengan los republicanos, puede ser que hayáis dicho: pues seamos generosos, y para evitar el que la guerra civil cause la ruina del país, vamos a dárselo a los que están en el partido medio, a los moderados. Dádselo al Sr. Esteban Collantes, el representante más autorizado del partido moderado, vuestro coaligado.

¿Qué esperáis, señores, del triunfo de la coalición en estos momentos más que la guerra civil, como pasa en la vecina Francia? ¿Qué esperáis? Ya he dicho lo que esperáis los republicanos. Y los carlistas, ¿qué esperáis del triunfo de vuestros aliados? Y vosotros, sacerdotes, vosotros que habéis dejado vuestra misión evangélica para venir aquí a representar al país, ¿qué esperáis del triunfo de la coalición? (Aplausos en unos bancos, protestas en otros. )

El Sr. PRESIDENTE: Orden, Sres. Diputados.

 El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Voy a acabar al instante. ¿Qué esperáis vosotros, sacerdotes de una misión de paz, que esperáis de la coalición más que la guerra, cuando vosotros sois y debéis ser los predicadores de la Paz? ¿Qué esperáis sino la suerte infausta de vuestros compañeros de sacerdocio en París? ¿Qué esperáis sino la degollación, como la esperan los curas de la Magdalena que se hallan presos en París? ¿Que esperáis sino la hora cruel que aquellos pobres sacerdotes presos en las cárceles de París, el momento terrible de ser degollados en represalias tres por cada uno de los insurrectos?

Y vosotros, republicanos, ¿qué esperáis como no sea la suerte infausta, las amarguras de Julio Favre, republicano como vosotros, más republicano que vosotros, que hace veinte años viene trabajando por la república francesa, y trabajando más que vosotros por la española, que esperáis más que la suerte infausta de ese gran republicano, que en el momento de triunfar la república se ve maltratado, escarnecido, arrojado de su ciudad querida, quizás por personas que momentos antes de la revolución no tenían más servicios que los prestados en los presidios, de los que han desertado para venir a mandar las turbas de París?

Y vosotros, Sres. Diputados, los que sin ser ni republicanos ni carlistas apoyáis, quizá, sin saberlo, esta coalición, ¿qué esperáis de su triunfo, como no sea el caos, la guerra civil, la demagogia, el saqueo de vuestras casas, la persecución, la emigración para vosotros, la desgracia para vuestras familias; la ruina para vuestros hijos, y la deshonra y la desventura para la Patria.

Por eso el Gobierno ha dicho que no entregaría el poder en manos de la anarquía, porque está dispuesto, está deseoso de dejar el poder, estamos deseando irnos, y yo lo deseo tanto como el que más, lo deseo más que nadie, porque llevo aquí mucho tiempo de amarguras y de sinsabores, y estoy ya muy cansado. No queremos entregar el poder a quien no esté resuelto, como nosotros a hacer que el país tenga ya el reposo que necesita, y empiece una situación dentro de la cual todos los ciudadanos puedan practicar con entera libertad el ejercicio de sus derechos, y no haya ninguno que pueda eximirse de sus deberes, y en que, al mismo tiempo que se deje ancho campo a toda aspiración legítima, se ahogue completamente todo lo que tienda a sobreponerse a los leyes del país y a la voluntad de la Nación; pero no estamos dispuestos, ni lo podremos estar; a dejárselo a las personas que no estén convencidas de esto, que no estén resueltas como nosotros a cumplir con el deber más imperioso que impone el patriotismo, a satisfacer de todos modos, con afán, hasta con pasión, la necesidad pública más urgente que se siente en este país, cual es la de procurar la tranquilidad, la calma, el reposo, el estado normal, para que se desarrollen la prosperidad moral y material del país. (Bien, bien.)



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